¿Ingeniería financiera o despropósito social?

febrero de 2022

El presidente de INGITE ha publicado un artículo en donde reflexiona sobre la aprobación del RD 822/2021, por el que se por el que se establece la organización de las enseñanzas universitarias y del procedimiento de aseguramiento de su calidad, un texto, que en su opinión "si bien es cierto proporciona algunas medidas que pueden resultar positivas, no soluciona, sino más bien todo lo contrario, los problemas que surgieron en las titulaciones de Ingeniería, con el anterior R.D. 1393/2007, y los graves efectos sociales que está provocando", comenta.

Hace unos meses se publicó el R.D. 822/2021 por el que se por el que se establece la organización de las enseñanzas universitarias y del procedimiento de aseguramiento de su calidad, un texto, que si bien es cierto proporciona algunas medidas que pueden resultar positivas, no soluciona, sino más bien todo lo contrario, los problemas que surgieron en las titulaciones de Ingeniería, con el anterior R.D. 1393/2007, y los graves efectos sociales que está provocando.

Y sí, he dicho graves efectos sociales, que van desde la frustración de decenas de miles de titulados, hasta la pérdida de oportunidad o acceso tardío al mundo profesional, pasando además por el enorme coste económico y perjuicios que ello representa a su vez, para nuestra sociedad.

 Y creo que es muy importante que se conozca la situación real de lo que está ocurriendo con las titulaciones de Ingeniería, que lejos de que sean un objetivo prioritario de País, se están convirtiendo en un foco de desconcierto, donde algunos pretenden pescar en río revuelto, y me explico.

Como ejemplo, en el ámbito industrial, existen en la actualidad 296 titulaciones de Grado en Ingeniería, de las cuales 132 no dan acceso a profesión regulada, creando por tanto decenas de miles de titulados que luego no van a poder ejercer como Ingenieros, y que ven frustradas muchas de sus expectativas profesionales. Y siendo esto grave, lo es aún más, el que se enteren de esta situación cuando terminan, y no a la hora de elegir dicha titulación.

 La lógica indica, qué si vas a estudiar un Grado en Ingeniería, cuando termines podrás trabajar como Ingeniero, pero esto no es así, porque para acceder a una profesión regulada de Ingeniero Técnico, el título de Grado debe cumplir unos requisitos mínimos formativos que están fijados en unas Órdenes Ministeriales, y por tanto dichas titulaciones han pasar unos determinados filtros y controles que concedan el rigor académico exigido. Estos títulos, además, deben ser generalistas para ampliar las posibilidades de acceso al mundo laboral y dotar de una base científica amplia que permita las diferentes posibilidades posteriores de especialización.

 ¿Qué está ocurriendo?, pues sencillamente, que resulta más fácil implantar titulaciones de Grado en Ingeniería que no cumplan dicha orden y que sean especialistas, en contra de Bolonia, y de paso, y aquí viene lo más interesante, se crea la necesidad entre dichos titulados de que tengan que realizar un máster generalista para que puedan acceder a las atribuciones profesionales de las que ya podrían disponer si tuviesen un título de Grado que cumple la Orden CIN correspondiente. Es decir, se está invirtiendo el modelo formativo, especializando primero para después generalizar, y de paso, se consigue, para regocijo de algunos, ampliar de forma artificial el número de años que un estudiante tiene que estar en la Universidad.

 De esta forma, en vez de conseguir un Ingeniero habilitado para ejercer en 4 años que dura el Grado, nos iríamos a 5 o 6, con los consiguientes efectos negativos que ello aporta tanto en el propio titulado como al conjunto de la sociedad, y que sea cada cual quien juzgue, a quién beneficia esta situación.

 Y habrá quien pueda pensar que es necesario el que para ser Ingeniero haya que estudiar 6 años, que no lo comparto, pero lo cierto es que no es entendible que mientras las mejores universidades de Ingeniería a nivel mundial (MIT, Stanford, Cambridge, ETH Zurich, Imperial College London, Oxford, Berkley…) ofrecen titulaciones de Grado habilitantes en Ingeniería de 4 años, en España tengamos la obsesión de dilatar a cualquier precio la formación.

No creo ni que los españoles tengamos menos capacidad, ni que las universidades sean menos eficaces a la hora de trasladar los conocimientos. No nos podemos permitir el enorme coste de oportunidad que supone el acceso tardío al mercado de trabajo y la pérdida de competitividad y de vocaciones que ello conlleva.

Pero con este R.D. se da un paso más, y de hecho se ha redactado una disposición adicional adhoc, con el objetivo de satisfacer determinados intereses, y que además no tienen ni el más mínimo pudor para jactarse públicamente de lo que para ellos, y solo para ellos, resulta ser un éxito en su capacidad de influencia, lo que no deja de ser totalmente desmoralizador para quienes tratamos de defender el interés general.

 ¿Y qué han hecho? Pues sencillamente dar un paso más, y para vulnerar una Sentencia del Tribunal Supremo que impedía acceder al Máster sin haber finalizado previamente el título de Graduado, ahora la disposición adicional novena, con una redacción totalmente enrevesada y de aplicación realmente incierta, permitiría, según algunos, poder acceder al máster con hasta medio curso de Grado suspenso o sin terminar, dentro de un programa integrado de Grado+Máster, y solo para el ámbito de la Ingeniería y la Arquitectura.

Y no entraré a valorar las cuestiones de meritocracia o de la lógica de la superación de niveles académicos sucesivos, porque, aunque no esté muy de acuerdo, si es cierto que en casos excepcionales y cuando resta alguna asignatura puntual o el TFG; si existe voluntad de continuar la formación puede ser muy incómodo y a su vez improductivo el tener que esperar un año para la misma. Pero lo cierto es, qué con estos programas integrados, lo que se pretende es coartar libertades de los estudiantes, que cuando estén terminando su titulación de Grado y puedan tener más claro si quieren estudiar un máster, o en su caso cual estudiar, no tendrán la posibilidad de elegir, porque alguien ya decidió por ellos. Resulta cuanto menos curioso que siendo la Universidad la que a través del conocimiento forme a ciudadanos libres y con criterio para decidir, utilice estas artimañas, y para ello, además, ponga en entredicho la cultura del esfuerzo.

 Después de la reforma de la ley educativa, donde ya se permite pasar el curso con suspensos en la educación secundaria y bachillerato, que esto se amplíe además al ámbito universitario, debilita de forma global nuestra sociedad.

 ¿Estarán nuestros profesionales preparados mentalmente para suspender una oposición, o no superar una entrevista de trabajo? ¿Cómo afrontarán los posibles fracasos profesionales? ¿Cómo se enfrentarán a la competitividad propia del sector de la ingeniería? Son muchas incógnitas y poco el aprendizaje que habrán adquirido para desenvolverse en un mundo cada vez más competitivo y donde, sí penaliza la falta de esfuerzo y preparación; y lejos de haberse capacitado para ello, su etapa de estudiantes, les puede como mínimo, debilitar.

Estamos, por tanto, ante la aplicación de Ingeniería financiera, promocionando titulaciones de másteres generalistas poco demandados por la sociedad, pero altamente necesitados por algunos para seguir manteniendo estructuras.

Y es que los estudiantes no son tontos, y saben lo que quieren, porque a su vez coincide, con lo que demanda la sociedad, y lo que ocurre en el resto del mundo. La profesión se obtiene con el grado universitario, y los másteres son para especializarse en campos concretos, y es justo lo contrario de lo que algunos persisten en revertir, a costa de lo que sea y de quien sea.

 Estamos hablando, por tanto, de una situación grave y en vías de seguir agudizándose, si no somos capaces de poner un poco de cordura y aplicar el interés general de nuestra sociedad, dejando atrás visiones corporativas e intereses particulares que puedan distorsionar la evolución lógica que necesitamos y generando un despropósito social, que al final sufriremos todos.

 En fin, son solo unas reflexiones en voz alta que ya han escuchado los verdaderos responsables de esta situación, a los que deseo la clarividencia necesaria para afrontar este tipo de situaciones y la voluntad para afrontar cambios necesarios.

José Antonio Galdón Ruiz, presidente de INGITE y del COGITI.

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